Bajé la cuesta y me sorprendió verlo allí. Me miraba a través de sus gafas de sol que protegía sus claros ojos. Toda la gente ya había desaparecido y por el contrario, él había aparecido de la nada.
No me quitó la vista de encima mientras me acercaba a él. Casi no lo conocía, por lo que mi curiosidad aumentó
-¿Qué haces aquí?
-Esperarte.
-Todo el mundo se ha ido ya.
-Mejor.
No terminaba de entenderlo pero no dije nada más. Nos dirigimos al comedor comunitario y nos sentamos en unos sofás del fondo. Me miraba intensamente mientras percibí que la gente nos dejaba solos de nuevo. Él sonrió.
-No me recuerdas –dijo mezclando interrogación y afirmación.
-¿Tú sí?
-Llevabas una peluca naranja y siempre revolucionabas la clase –lo dijo con nostalgia en la mirada y me sorprendió ver que no se equivocaba y siguió explicando-. Mi padre era el director de tu antiguo colegio.
Quise recordarlo, intenté hacer memoria, pero mis recuerdos eran borrosos. Visualicé a un niño debajo de una mesa, en el comedor. Reíamos juntos. Lo miré y reconocí en él sus facciones, su sonrisa. Pero no podía recordar nada más.
-Éramos amigos –dije en el mismo tono en el que él me había preguntado si lo recordaba.
-Supongo que… eres el beso más cercano que tuve.
Mi sorpresa fue máxima y no dije nada más. Él se percató y tampoco dijo nada. Cinco minutos de silencio, mirándonos a los ojos, recordando momentos pasados juntos; juegos, risas, cariños… y el que casi lo hubiera olvidado me dolió seguramente a mí más que a él.
Tenía los ojos tan claros… recordé que me encantaban y un momento en que le di un dulce beso en cada ojo.
Mi sorpresa fue máxima y no dije nada más. Él se percató y tampoco dijo nada. Cinco minutos de silencio, mirándonos a los ojos, recordando momentos pasados juntos; juegos, risas, cariños… y el que casi lo hubiera olvidado me dolió seguramente a mí más que a él.
Tenía los ojos tan claros… recordé que me encantaban y un momento en que le di un dulce beso en cada ojo.
Él se levantó sin decir nada y cogió una mochila que había tras el sofá. Estaba medio abierta y no se molestó en cerrarla. Me la dejó caer encima y desapareció. La gente comenzó a volver al comedor. O quizá ya estaba antes. Una chica miraba curiosa la mochila. La cogí y vi algo en vuelto en papel de regalo naranja, como mi peluca. Supe que lo había elegido aposta. Saqué el regalo y vi que tenía forma cuadrada, una caja quizá. Sonreí y volví a meter el paquete en la mochila.