Y le dije adiós aunque no quería hacerlo. Y allí estábamos los dos, pensándonos sin mirarnos siquiera a la cara. Esperando, quizás, que alguno diera el paso y dijera que no quería dejar ir al otro. O quizás solo lo esperaba yo. La herida se estaba abriendo y salían lágrimas de ella. La sal no dejaría cicatrizar después.
Pronuncié un «te echaré de menos» suave como el viento que se entristecía de vernos. No hubo respuesta y partí de allí por no alargar la agonía. El aire me secaba las lágrimas en un intento de consolarme, angustiado de vernos separados. Pero no volví.
Hoy, hace un mes de aquello. Mi vida sigue tranquila en todos los aspectos. Demasiado, quizá.
Por las noches suele atormentarme el recuerdo. A menudo, él vuelve a mis sueños y aunque dura un segundo, me despierto feliz.
Anoche tuve que evitarlo. No a él, de él no he sabido nada más. Tuve que evitar cientos de emociones encontradas que me suplicaban por favor y de rodillas que le dijera que no sé ni quiero ni puedo vivir sin él. Que necesito una sus miradas, de esas en las que nos besábamos con los ojos, el calor de su protección y sus estúpidas y sin sentidas palabras.

Me encanto y me senti muy identificada 😀
¡Qué triste pero bonito a la vez! <3