//¿Alguna vez han intentado cambiarte?

¿Alguna vez han intentado cambiarte?

En la vida te encuentras con infinidad de personas que quieren cambiarte de algún modo, o cambiar tu actitud, o incluso hábitos bajo el contexto “es por tu bien”. Quizás algún día entiendan que es imposible cambiar a alguien, y si quieren hacerlo, es porque, realmente, deberían cambiar algo en ellos mismos que está mal.

Alguien me dijo que debía ser más madura. ¿Madura yo? Yo ya soy seria, aunque sea solo cuando, de verdad, tengo que serlo. Entonces ¿qué quería decir con que fuera madura? ¿Qué fuera seria en los momentos que no tengo por qué serlo? Maldito sentido del humor es lo que te falta, soso y amargado cascarrabias.

También  estuvo esa persona que me dijo, que fuera responsable, que estudiara más, que sería mejor para mi futuro, claro, “es por mi bien”. Tranquilo, haré lo que haga falta por seguir adelante, aprobaré mis exámenes, me sacaré el carné de conducir, todo lo que quieras, pero ¡eh! También me dedicaré a ser feliz, aunque no te guste.

Preciosa persona que se preocupaba demasiado por mí la que me dijo que no bebiera alcohol, que no fumara, que no saliera de fiesta y que falete y faleto, mis amigos, son malas influencias para mí. Que sí, que sí, que es por mi salud, por mi bienestar, por… por algo. Sólo le faltaba decirme que me metiera en un convento de monjas. Tranquilo, beberé hasta mi límite, fumaré hasta que pueda, y saldré de fiesta con falete y faleto hasta que el cuerpo aguante, con responsabilidad y madurez, claro.

Entonces miras atrás y te encuentras esa persona, una de aquellas que parecen más insignificantes en tu vida, pero ahí está. Aquella que estuvo contigo sin pedirte nada. La única condición era mi compañía. Con ella podía ponerme seria y enfadarme hasta reventar por nada. Podía ponerme a dar saltos y patalear como una insensata inmadura por todo. Podía tirarlo todo por la borda y pasarme días mirando al sol de su mano sin que esté recordándome constantemente que tengo que ser responsable y estudiar. Podía irme de fiesta con falete, faleta, faleto, etc. Y con él, que se quedaba a mi lado. Podía tirarme en su sofá a ver una película con un paquete de cigarrillos y una botella de vozca y otra de ron. Él se pondría a mi lado y me acompañaría. Al igual, podía ponerme a estudiar tranquilamente, me apoyaría. Podría decir, hoy no me apetece salir y nos quedaríamos en casa. La única persona con la que no debía de fingir nada. La única persona con la que realmente… era yo, con las locuras que yo considere oportunas, con la madurez y responsabilidad que necesite en cada momento. Aquella que me encontraba en cualquier lugar y me sonreía desde lejos. Esa que nunca me prohibía ni me obligaba a hacer nada, sólo aconsejaba. Aquella que estaba tan loca como yo. Aquella que hoy recuerdo y echo tanto de menos.